Me cuesta tomar decisiones desde que tengo uso de razón. Es más, hasta hace relativamente poco no era capaz de tomar una decisión sin consultarlo con más de dos y más de tres personas, sin hacer varias listas de pros y contras, e incluso a veces buscar artículos en Google sobre la “problemática” en cuestión, a ver qué opina el resto del mundo. Ninguna, desde comprarme una moto a cambiar de trabajo. Puedo parecer una persona decidida, pero lo cierto es que el miedo a equivocarme, a que algo no salga perfecto, me ha podido siempre. Para mi ser perfeccionista ha sido siempre una virtud, hasta que me di cuenta de que querer que todo sea siempre perfecto es sencillamente utópico, y por tanto una fuente constante de frustración. También puedo parecer una persona muy segura, pero lo cierto es que esta necesidad de opiniones ajenas no es otra cosa que una muestra de la poca confianza que tengo en mi.
Afortunadamente esa Jana perfeccionista, miedosa e insegura está dejando paso a una Jana más atrevida, menos planificadora y más abierta de mente. Ahora soy yo quien toma las decisiones, aunque es verdad que, como todo, he tenido que entrenar esta capacidad y establecer un paso a paso que sigo cada vez que tengo que tomar una decisión. Me funciona a mi, pero no quiere decir que te funcione a ti. ¡Tómalo como ejemplo para definir tu propio sistema!
⏱ Fija un deadline: las decisiones hay que tomarlas, y algo que solemos hacer para evitarlo es no ponernos una fecha límite; pueden ser 2 horas, 24 horas o una semana, lo que creas conveniente, pero márcate una fecha topa.
? Visualiza todos los posibles escenarios: una forma de comprometerse con un objetivo es visualizarlo en el futuro, visualizar la situación y cómo crees que te vas a sentir. Si te imaginas este escenario con cada una de las opciones que tienes a la hora de tomar una decisión, te será mucho más fácil “verte” en la más adecuada.
? Elige el momento del día: yo soy una persona de mañanas claramente, a partir de las 4-5 de la tarde no me pidas nada que sea muy exigente intelectualmente porque no rindo ni la mitad que a las 7-8 de la mañana, por eso mi momento para decidir es siempre al levantarme, después de haber “dormido” la situación (sleep on it como dicen los anglosajones), cuando no hay ruido y estoy sola con mi taza de café. Si eres una persona nocturna, mira a ver si tus momentos de mayor claridad mental son justo antes de acostarte, o cuando todo el mundo está ya en la cama y te quedas solo con una copa de vino.
? Olvídate del maldito perfeccionismo. Porque no existe. Porque nunca nada sale como planeas/esperas, pero eso no quiere decir que no salga bien. ¡Déjate sorprender por la vida!
❤ Decide menos con la cabeza y más con el estómago. Déjate sentir las cosas en el cuerpo. ¿No te ha pasado nunca que justo después de tomar una decisión súper meditada y razonada con la cabeza se te ha puesto un nudo en el estómago? La cabeza te engaña, crea caos donde no lo hay con un montón de “y si”; tu cuerpo no, así que si lo que decides no pasa la prueba de la tripa, dale otra vuelta. Se llama intuición y nunca falla.
Es muy fácil recurrir a la aprobación de otros, pedir permiso, reunir datos y estudios, hacer listas, seguir el consejo de lo que harían personas en las que confiamos, pero no hay nada como tomar tus decisiones en función de tu intuición, es de lo más empoderador que existe (qué mal suena la palabra, pero es súper gráfica). Pedir ayuda y opinión nunca está de mas, pero asegúrate de que tomas la decisión que tú quieres tomar, no la que otras personas o “lo establecido” espera de ti.
Nos vemos muy pronto por aquí, mientras puedes encontrarme en Instagram como @janafr o en mi mail: jana@janafernandez.es.
¡Mil besos!
Jana
NOTA DE LA AUTORA: si quieres compartir este post ¡genial!, pero por favor, si utilizar parte o todo el contenido de este post en otro site/blog/RRSS, acuérdate de mencionarme ? ¡Gracias!